La
carretera de Tucumán a Cafayate ya es un viaje en sí mismo, por el módico
tiempo de 6 horas. Estando en la llanura, de repente te encuentras cruzando una
espesa selva por una carretera medio derrumbada por las lluvias. Después,
desaparecen los árboles y aparece un enorme valle verde al más estilo Heidi,
pasando por el pueblito de Tafí del Valle. De ahí el paisaje vuelve a cambiar y
empiezan a aparecer los Cardones, unos cactus enormes que ya nos acompañarían
todo el viaje.
Llegamos a
Cafayate, un pequeño pueblo, que aunque se ha vuelto muy turístico, continua
teniendo ese aire de pueblo de los Valles Calchaquíes (así se llama esta zona
del norte). Además, Cafayate es muy conocido por ser un gran productor de vino y
por su chivito, cosas que no tardaríamos en probar.
Yo
recordaba un hostal muy bonito en el que ya había estado, así que lo buscamos,
y cuando llegamos estaba lleno. Nos informaron,eso sí, de que esa noche iban a hacer
un asado y no dudamos en apuntarnos. Por sorpresa llegamos al asado y en el hostal
se hospedaban Montse y Anina, dos chicas que conocimos en Córdoba, que llevan
viajando 10 meses y aún les queda un buen trecho más(¡!), con ellas pasamos
estos días (y de hecho muchos más). Para los amantes de los viajes os animo a ver el blog de la vuelta al mundo que estan haciendo: www.direccionmundo.blogspot.com
QUEBRADA DE LAS CONCHAS
Al día
siguiente, lié a Roman, Anina y Montse a hacer una excursión por la Quebrada de
las Conchas, alegando que yo había hecho esa ruta y que seguro me iba a acordar
del camino. La ruta empezaba en el kilómetro 24, llamado el Paso, y tienes que
terminar en el kilómetro 28 de la carretera… pues nosotros salimos en el
kilometro 24,3…
Aun así, a
nadie pareció importarle que no encontráramos el camino correcto y hasta
creemos que descubrimos una nueva ruta aún sin explorar.
Caminar
entre estos paredones rojizos fue una experiencia increíble.
No tan
bonito fue que nos quedáramos sin agua, estando a unos 40 grados, y con pocas
sombras por el camino… miradnos aquí, refugiándonos cual rata del desierto, antes de llegar al punto de
ebullición...
Por si no
hubiéramos tenido suficiente, no queríamos perdernos el famoso Anfitreatro y la
Garganta del Diablo, pero necesitábamos recorrer 20 km más así que hacer dedo
fue nuestra única opción. Gracias a nuestras compañeras viajeras, en un
periquete conseguimos que un camión nos llevara, eso sí, Roman y yo tuvimos que
ir en la caja de un camión que transportaba comino… Entre el calor, la falta de
agua y el ambiente de hierbas, llegamos a destino bien colocados.
Nada que
envidiar estos dos lugares con lo que ya habíamos visto nosotros. Como peculiaridad,
en el anfiteatro hay una acústica muy buena, así que pudimos estirarnos a la
sombra mientras escuchábamos a un músico local.
Después de
descansar un rato nos tocaba de nuevo exponernos al sol para conseguir que un
coche nos llevara de vuelta. Tuvimos que esconder a Román, pues tres mujeres
siempre son más efectivas a la hora de hacer dedo. Conseguimos un coche, Román salió de su escondite y nos subimos al
auto. Nuestros chóferes resultaron ser una pareja muy maja que conocían la zona,
así que paramos en un par de sitios para disfrutar del paisaje y además nos
dieron nuestro muy ansiado líquido: agua.
Por fin en casa, esa noche disfrutamos de una super cena con chivito, vino y música local, al más puro estilo cafayateño.
Cascadas Rio Colorado
Al día siguiente de nuevo aventura, queríamos ir a las Cascadas del Rio Colorado y por suerte, los chicos con los que hicimos el asado también iban a ir, así que nos acoplamos. Nos ahorramos así de caminar 6 kilómetros por el sol y además nos aseguramos de no perdernos esta vez. Así que fuimos con Montse, Anina, Rebeca (una chica canadiense que lleva 16 meses viajando por el mundo), Pablo y su hijo Santino, Mariano y la perra Pepa.
El caminito
consistía en caminar rio arriba durante tres horas, por un paisaje espectacular
llenísimo de cardones. Eso sí, nadie se libró de tener que cruzar el rio unas
30 veces… al final por lugares con el agua hasta la cintura. La verdad es que
quien lo pasó más mal fue la perra Pepa, la pobre estaba “acojonadita”, no
tanto Santino, que a sus 9 años resultó ser mucho más valiente que cualquiera
de nosotros. Y es la corriente del río no era una broma…
Por el camino pasamos dos cascadas pero nuestro destino era la tercera. Obviamente, estamos tan acostumbrados a las cascadas que estas en si ya no nos sorprenden. Aun así lo pasamos muy bien en compañía de tanta gente.
Como traca final, un mirador precioso con vistas al valle, increíble.
Nuestro destino después de Cafayate era Cachi pero a causa de las lluvias la carretera estaba cortada así que no pudo ser.
Próximo
destino, hacia la Quebrada de Humauaca: PURMAMARCA!!
qué envidia... qué recuerdos... la casa de las empanadas en la plaza de Cafayate. Traeros una de jamón y queso!!
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